25 de junio de 2007

El punto sobre Cuba

por Vanni Pettinà
Al alba del 18 de marzo de 2003 el gobierno cubano, aprovechando la falta de atención general de la comunidad internacional distraída por los prolegómenos de la guerra en Irak, lanzó una larga operación policial en contra de supuestos elementos subversivos de la sociedad cubana. Entre los 78 condenados a penas de cárcel, se encontraban sobre todo escritores, periodistas y miembros de organizaciones para la defensa de los derechos humanos, acusados de haber complotado, bajo el encargo de la Oficina de Interés estadounidense, el derrocamiento del gobierno cubano. Por medio de juicios cuya regularidad e imparcialidad han resultado ser por lo menos discutibles, dichos actores subversivos fueron encerrados en las cárceles cubanas donde, en su mayoría, permanecen hoy todavía allí encerrados. La dureza de la represión de marzo del 2003 tenía unas razones claras y evidentes. En los meses previos, el líder de uno de los movimientos más activos en la lucha por la democratización del sistema político cubano había logrado desafiar seriamente a Fidel Castro.

Utilizando la misma constitución cubana, que reconoce la existencia del referéndum como un instrumento de la “democracia popular cubana”, Oswaldo Payá había logrado convencer a miles de cubanos de que firmaran una solicitud para convocar un referéndum que activase un proceso real de apertura democrática de las instituciones cubanas, el así llamado “Proyecto Varela”. En el mismo periodo, había crecido en Cuba el número de publicaciones independientes, entre las cuáles destacaba Cuba Press de Raúl Rivero. El desafío representado por el “Plan Varela”, la proliferación de publicaciones independientes y la reacción positiva de muchos ciudadanos cubanos condujeron directamente a la Primavera Negra.

De manera paradójica, la represión de la primavera del 2003 ha tenido algunos efectos positivos. A distancia, en el tiempo, y en un momento en que el escenario político de la isla parece haber adquirido una nueva fluidez, parece oportuno analizarlos para hacer el punto sobre la situación cubana.En Europa, la amplitud de una represión concentrada eminentemente sobre intelectuales pacíficos tuvo, por lo menos, el efecto positivo de abrir los ojos sobre las características marcadamente autocráticas, cuando no totalitarias, del régimen cubano. La formulación de un juicio más crítico acerca de la situación cubana acontecía en un contexto como el europeo donde el largo gobierno castrista, prácticamente en el cargo desde el año 1960, había sido siempre juzgado de una manera benigna. Escritores e intelectuales que habían tradicionalmente simpatizado con la revolución cubana dados los avances sociales efectivamente logrados a lo largo de sus casi cincuenta años de historia, tomaron una posición de rechazo absoluto hacia la que interpretaron como una transformación de la revolución en un régimen anti-democrático y fuertemente represivo.


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